Descripción de los problemas que nos solemos encontrar en una ruptura de pareja, y pequeñas reflexiones para poder superar esta situación.
Leer másLA MALA SUERTE EN EL AMOR
Es cierto, no vamos a negar lo evidente, hay gente que tiene la suerte de su vida encontrando a la pareja perfecta y viviendo una vida maravillosa con fuegos artificiales y perdices en el tupper.
3. Son 3, que los tengo contados.
Las relaciones de pareja suponen un esfuerzo continuado para ir cediendo, avanzando, encajando. Hay que tener más moral que "el negociador" para conseguir el equilibrio perfecto de la pareja, ese momento en que ya no son las hormonas, las mariposas en el estómago y los buenos propósitos de "ser mejor persona para el otro", ese momento en que ya lo que pensamos en nuestra propia estabilidad, que vemos los defectos del otro y el otro los nuestros y eso no nos impide avanzar.
Pero existen personas que parece que jamás tienen suerte en el amor: pasan de una relación mala a otra peor. Es cierto que acumulan historias como para escribir un libro de anécdotas tristes y siniestras. El que no "cojea, renquea", y claro, la persona es a veces incapaz de sentarse enfrente de un espejo y decir: "¿son los otros o soy yo?".
Si has pensado alguna vez que tienes imán para la gente rara, párate. No vuelvas a decir eso, es demasiado fácil dejar a la causalidad el maltrato al que estás sometiendo a tu corazón por no hacer algo tan simple como: NO BUSCAR, NO CONFORMARTE. ESPERAR.
No te decidas por relaciones que no te convencen completamente, que presenta agujeros negros que intentas no ver, que piensas que con el tiempo desaparecerán, que la persona cambiará...cada uno somos lo que somos, y todos tenemos nuestra parte oscura. Lo que hay que encontrar es la persona que sepa cuales son nuestras partes más complicadas, que sepamos cual es su peor versión y no resulte algo que mejor enterrar y hacer como si no existiera: o se puede con ello o no se puede, y si no se puede no se podrá, y entonces llegará la ruptura y la enésima queja de "tengo muy mala suerte".
Si te conoces, si sabes lo que te gusta, te emociona, te motiva, también sabrás lo que no soportas, te aburre, te enerva o consideras inaceptable. Son puntos que tienen que prevalecer sobre las fastidiosas mariposas en el estómago. Los puntos fundamentales de tu vida deben prevalecer sobre el "ya cambiará". Las personas pueden mejorar, claro, pero cambiar, cambiar...es algo complicado.
Deja de buscar. Corres el riesgo de caer en la desesperación y quedarte con lo primero que te encuentres (lo que ocurra no va a ser fruto de la mala suerte, será algo previsible).
Todos tenemos personas afines. La paciencia, la construcción de una vida plena puede resultar más atractiva para otras personas. El poder decidir y el saber renunciar son opciones válidas: si en la frutería te llevas manzanas duras por no esperar que en media hora traigan un nuevo pedido, no te quejes de la mala suerte de la manzana que compraste: llévate otra fruta o espera que llegue el pedido de fruta madura y perfecta, y entonces, estira tu dedito acusador y di: "ésta".
Deja de maltratarte, deja de repetirte lo de "la mala suerte en el amor", líbrate de ese estigma. El amor llegara, cuando no confundas compañía con amor. Cuando te des cuenta que el jersey de mercadillo hace bola aunque cueste cuatro duros y más vale ahorrar un poco y comprar ése jersey un poco caro pero que dura eternamente.
Ahora puedes pasar de ser la persona que busca el amor a la persona que deja que el amor le encuentre.
Suerte, vales más de lo que estás diciendo, así que mirada al frente y paso firme.
SALA DE LECTURA
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LO PEOR DE UNA RUPTURA: NO CONOCER LA CAUSA
La ruptura de una pareja requiere la comprensión de todo aquello que llevó al distanciamiento para poder dar respuesta a los “por qués” y en cierta manera poder mejorar aquellas partes en las que hemos podido ser responsables de la ruptura.
Sacamos de esta ecuación las rupturas más que cantadas, donde existe un largo período de desgaste, rencor, frialdad y es la solución a una convivencia imposible. En estos casos las dos partes conocen perfectamente qué les ha llevado a la ruptura y emprender la recomposición personal resulta mucho más sencillo (la mayoría de las veces la persona sufre una liberación personal y sensación de paz).
Lo peligroso son las parejas perfectas. A veces acuden pacientes que te cuentan cómo era su relación y todo parece correcto, siempre de acuerdo, realizando actividades, sin discusiones, buen reparto de tareas…. y de repente uno de ellos deja la relación, sin explicaciones, con un manido “ya no estoy enamorado/a”, “se acabó el amor”.
Evidentemente la persona abandonada se queda destrozada, primero porque no se lo esperaba, pero ya en soledad, empieza un absoluto caos mental donde las obsesiones se apoderan de las personas. Buscan el por qué, revisan la relación, buscan sus fallos, errores, se culpan (aunque no saben muy bien de qué), y por su puesto, su autoestima baja muchos enteros, no es lo mismo que te dejen porque eres insoportable, porque eres un maniático del orden o porque tienes menos vida sexual que el poto del salón a que dejen porque sí, que decidan tirar al cubo de desperdicios todo el amor, ilusión, proyectos que unían a la pareja.
La persona comienza a desmenuzarse buscando sus errores (nada mejor que buscar para encontrar), a sentirse “no suficientemente buena”, a tener miedo de nuevos fracasos porque desconoce realmente dónde está ese fallo que la ha sacado de la vida de su pareja sin tan siquiera merecerse una explicación del por qué.
Este tipo de rupturas son las más complicadas a nivel emocional para la persona, uniendo el dolor de la pérdida a la culpa por algo inespecífico, haciendo que se sienta insegura e imperfecta.
La obsesión marca esta etapa, que suele ser muy larga, como un bucle sin fin, que no permite a la persona centrarse en la nueva situación con objetividad, poniendo a su pareja en el lugar que le corresponde en su nueva vida, y analizando que tal vez un cierto relax en la convivencia, un no regar la planta por ambas partes haya podido dar al traste con la relación.
Son pocas las veces que la persona que deja da respuestas inespecíficas por no hacer daño a la otra persona (entre otras cosas porque el daño ya lo está haciendo). Normalmente las evasivas y las explicaciones ambiguas esconden la necesidad de protección por parte del que toma el paso: si no dices por qué rompes la relación, probablemente sea porque el motivo no te deja en muy buen lugar.
En estos casos en que amenaza un duelo patológico, es necesario actuar. Desmontar los pensamientos irracionales de culpa, buscar causas por las que la otra persona no ha querido dar la cara (si piensas en otra persona, acertarás casi siempre, si te dice que se están conociendo, ni te imaginas lo conocidos que se tienen). Nadie deja a otro por nada, y tu no te conviertes del amor de su vida a alguien prescindible porque ha amanecido con viento sur y una humedad relativa del 16%.
Cuando alguien te deja “sin más”, lo primero que debes pensar es con qué tipo de desconocido/a convivías. ¿Tu culpa?….¿se puede ser culpable de confiar en tu pareja? Tal vez tu responsabilidad por no haber estado más pendiente de la relación pero si no estuviste más pendiente alomejor es porque no existía una motivación, porque no encontrabas un feedback en la otra persona, y lo que era pasión se tornó cariño, y la antes pareja amorosa era ahora un extraño cruce entre pareja y compañeros de piso.
Comienza con la introspección, con analizar la situación no desde el plano personal de la culpa, sé realista sobre cómo se desarrollaba el día a día, si algo se iba perdiendo, si la comunicación era menor o de peor calidad, si iban cambiando los objetivos personales, si había menos risas, menos sorpresas, menos conversaciones sobre proyectos futuros. Tal vez no tuviste nada que ver en lo que ocurrió. Tu bolso favorito durante tres meses pasa al fondo del armario sin tener culpa (los bolsos no suelen ser culpables de casi nada), sin embargo, algo hace que les dejemos de prestar atención. De repente descubrimos que es demasiado grande, encontramos otro más bonito o más cómodo… algo pasa, algo le pasó a esa persona a la que tanto estás llorando por dejarte, pero en el fondo, si lo hizo de esa manera abrupta y sin explicaciones, ponle el puente de plata para que se vaya bien lejos, porque te ha demostrado que no está ni en primero de amor, está en posgrado de egoísmo y eso sale una vez y muchas veces.
Haz la tarea de reconciliarte contigo misma. Guarda tus buenos recuerdos y tira los malos: pesan e incomodan, redecora tu vida con paciencia, con cariño, sabiendo que vas a pasar una etapa que es como subir una montaña: por delante tienes una subida llena de sufrimiento, después de la cima vendrá la bajada, que tal vez consideres el fin,pero no, la bajada tiene el peligro de la aceleración. Tómate tu tiempo para cubrir toda la etapa, luego vendra la llanura con sus momentos amables, con tu camino lleno de entradas y salidas de senderos por donde llegarán acompañantes para tramos del camino, a veces tramos cortos, otros tramos largos, tal vez infinitos.
Mira al frente. Si miras hacia atrás te puedes caer. MIra lejos, más allá de la montaña. Esto que te ha pasado lo vas a superar. Trabaja la obsesión y deja de buscar el por qué. Te dejó PORQUE ES IMBÉCIL, como explicación más sencilla. Y tú no estás para perder el tiempo con gente cobarde, para no poder volver a confiar.
Empieza tu camino, en este mismo instante. El secreto es que la montaña cuesta menos subirla según vas pasando etapas del camino.
RUPTURAS: DEJAR UNA RELACIÓN NO HACE QUE SE ACABE EL MUNDO (AUNQUE LO PAREZCA)
La ruptura de una relación de pareja es vivido en muchas ocasiones como el fin de todo aquello que suponía nuestra “vida normal”. Sufrimos porque recordamos a la persona con la que estábamos, pero esto, en serio, es una TRAMPA PSICOLÓGICA, en nuestro interior lo que nos ocurre es el temor a emprender un nuevo camino en solitario, en muchas ocasiones sin tener actividades de ocio o amigos a los que llamar.
Las rupturas no suceden porque alguien de repente tenga el capricho de dejar atrás una relación. Normalmente hay señales de alarma que o no vemos o no queremos ver, o simplemente nos sentimos cómodos en la situación y pensamos que será una situación pasajera.
Al principio las personas sí creen ciegamente que la ruptura se ha producido de forma espontánea, y no son capaces de reconocer que tal vez, por su parte, las cosas ya no fluían como antes, y que donde había pasión y compromiso, ahora hay tedio y rutina.
Probablemente el terror que produce enfrentarse en solitario a la vida, hace que consideremos que “más vale malo conocido que bueno por conocer” tenga un sentido positivo.
Muchas personas no saben cómo empezar a construir su nueva vida, porque se han dejado llevar por una situación de comodidad en la que no necesitaban hacer esfuerzos por planear el ocio o ni siquiera se planteaban un sábado en solitario.
Ahora empieza el drama, la paralización, la incapacidad de ver salidas y las ideas irracionales como “qué pensarán” al ver sola en una terraza a una persona tomando algo.
El primer trabajo de reconstrucción de la persona es que aprenda a darse tiempo: no hay que buscar un parche emocional, porque eso sólo produce una cascada de fracasos. Comienza la nueva era: querernos, aceptarnos, intentar mejorar aquello que no nos gusta de nosotros mismos y aprender algo que de niños sabíamos perfectamente: elegir aquellas actividades o amigos que nos suponían una fuente de satisfacción.
Ese tiempo de querernos y conocernos es clave para establecer una personalidad más sabia, segura y con capacidad de luchar por sus sueños, sin crearse dependencias ni necesidades.
Para avanzar en este camino la primera regla es no juzgarnos a nosotros mismos, dejarnos del “que dirán”, porque más personas de lo que podemos imaginarnos, están pasando por la misma situación , y otras muchas, si tuvieran el suficiente coraje, romperían con relaciones en las que se sientes atrapad@s.
Empieza con la lista de cosas que te dejaste por el camino, o que nunca tuviste tiempo de hacer, busca grupos de actividades (no todo en la vida es buscar pareja). Piensa que todas las personas que están en esos grupos han pasado por lo mismo que tú, y han optado por salir y disfrutar, dejando atrás sus miedos.
Así que piensa por un momento: AHORA ES TU MOMENTO, no lo dejes escapar!
DEJAR UNA RELACIÓN SIN HACER MÁS DAÑO DEL NECESARIO
Poner fin a una relación es algo doloroso para quien toma la determinación: sabe que va a herir a la otra persona. Este es motivo más que suficiente para que muchas personas demoren la finalización de una relación con otra persona, y continúan durante meses “atrapados” en una situación que va minando emocionalmente a ambos miembros de la pareja.
A continuación, exponemos algunas pautas para poner fin a una relación:
- Asegúrate de que quieres terminar: Este tipo de decisiones no se pueden tomar a la ligera. No pueden ser fruto de un momento de rabia o decepción, que llevaría en cualquier caso a un “enfado” con la pareja pero no a una ruptura definitiva. Si amenazas con una ruptura porque estás en un momento de enfado, cabe la posibilidad de que en el fondo busques manipular a tu pareja, o “castigarla”, pero no se trataría de una ruptura madura y serena.
- Conciénciate: el que deja la relación pasa a ser “el malo de la película”. Es cierto que vas a ser la persona que ponga fin a la relación, la que abre la caja de los truenos, sin embargo, a veces hay que tomar este tipo de decisiones por el bien de ambos. Puede ser un momento doloroso, pero a largo plazo es algo bueno para ambos, incluso para el abandonado. Nadie quiere que otra persona permanezca a su lado por pena, nadie merece eso.
- Escoge un buen momento: No escojas un momento especial, no hay buen momento para esto, pero sí hay mejores momentos. No lo hagas coincidir nunca con una celebración, no busques como aliados “un par de copas”, no lo hagas en un sitio muy concurrido, ya que las lágrimas son normales en estos momentos.
- Visualiza en tu mente la escena: Imagina que estás hablando con él/ella, y visualiza las posibles respuestas , contraargumentos y réplicas que puede hacer. No esta de sobra que prepares lo que dirás en cada posible escenario. Podrás decir que es un poco calculador el asunto, pero he aprendido que quien no planea no sabe predecir o prever posibles formas de hacer mejor las cosas
- Antes de tener la conversación que pone fin a la relación, busca objetivamente los motivos que te llevan a esta ruptura. Busca la manera de exponerlos en la que tu pareja se sienta menos dolida, bastante tiene con el momento que se le avecina. Intenta apelar al cariño pero no amor, y ante todo, sé honesto y claro en los motivos. Las medias palabras, la falta de argumentos concretos para el fin de la relación, hundiría más a tu pareja.
- Explicar de forma clara los motivos que ponen fin a la relación no significa que tengas que justificarte. Se supone que es una decisión con motivos que la avalan y es lo único que tienes que exponer. No caigas en ambigüedades respecto a que sigues queriendo a tu pareja, son cosas que se dicen y sólo sirve para que la persona a la que se abandona albergue falsas esperanzas de reconciliación.
- Tras la ruptura debe existir una pausa en la comunicación entre ambas personas (algunas veces es una ruptura de comunicación definitiva). No es cierto que podáis “terminar como amigos”: los amigos no son pareja, son amigos. A ambos os puede herir comportamientos que tengáis después de la ruptura, y la comunicación sólo retrasará el proceso de cicatrización de las heridas. Daros un largo tiempo para poner en orden vuestra vida.
- No permitas que esta conversación una vez finalizada prosiga durante horas, sólo servirá para que brote el rencor, para que pierdas los nervios, o tal vez para que te debilites y cedas ante ruegos de una reconciliación que lo único que hará es demorar el momento de la ruptura
Estas pautas pueden servirte para finalizar una relación, algo que sin duda causará daño a tu pareja, pero al menos puedes tener la tranquilidad de saber que habéis hecho lo mejor para ambos, y que lo has hecho de la mejor forma posible.
Y ante todo: sé maduro. No utilices una amenaza de ruptura para que la relación cambie: eso no funciona así. Si realmente quieres terminar, hazlo, evitando herir el amor propio del otro y siendo firme en tu decisión: las dudas, las actitudes equívocas pueden hacer albergar falsas esperanzas a la otra persona, cuando tú estás actuando de forma egoísta: intentando un distanciamiento progresivo que a ti no te duela.
DECIR: "TODAVÍA ERES JÓVEN" NO AYUDA EN UNA RUPTURA
La vida son etapas, cada una con sus características. Cuando demos un consejo a una persona joven, debemos tener en cuenta que aunque la experiencia es un grado, también es necesario saber apreciar la fuerza de la juventud, la esencia de "el aquí y ahora". Si no podemos ponernos en su lugar, tal vez no sea muy acertado el consejo dado con tan buena intención.
No debería sorprenderos la fuerza de la juventud, su ímpetu, su falta de proyección en el futuro.
Una persona de 18,, 20, 25 años es incapaz de tener una experiencia vital que le enseñe que las cosas duelen, dejan de doler y pasan, viven sus experiencias como lo que son, lo más grande en las experiencias: el primer dolor, el primer desamor, la primera ruptura.... es desgarrador.
Para los jóvenes que pasan por la experiencia de una ruptura sentimental no deseada, la vida se despedaza, porque es casi todo lo que han experimentado. La entrega al primer amor, sin experiencias previas, es algo puro, es la máxima expresión de un afecto que se considera atemporal y que la propia juventud hace ver imbatible, más allá de las dificultades.
Cuando se produce esta ruptura nos encontramos con dos perfiles: los que han sabido conservar su núcleo de amistades, han diferenciado un poco el mundo "de la pareja" de los amigos y se pueden refugiar en su grupo, en su gente, para vivir esta terrible experiencia con el total apoyo de sus amigos (nunca nadie sentirá tanto la intensidad de la amistad como cuando se produce una ruptura en la juventud).
Hay otro grupo de chicos, a los que yo llamo cariñosamente "los matrimonios de enanos", que se han encerrado en una relación hermética al mundo, absorbente. Han ido apartándose de amistades y planes de ocio y han convertido a su pareja en su auténtica "costillita". Este grupo tiene a menudo dificultades serias para superar el momento.
La depresión se une a la baja autoestima, la perplejidad, su primer mundo roto en pedazos y la sensación que jamás van a superar este momento. Los que ya llevamos una temporada por estos lares, sabemos que de todo se sale, y que al final el rodaje hacia la normalidad tiene muchas tardes de cara de póker y estar muriéndose por dentro, hasta que dejan de apetecer las canciones tristes, recordar los momentos felices que no volverán, y se tiene conciencia de que la vida sigue, que no se va a detener y que hay que seguir adelante.
Un joven ante una ruptura necesita EMPATÍA, pero de la buena, no de la "sé cómo te sientes", de la de "me acuerdo cómo me sentí". Saber que todas sus emociones, sus miedos, su inseguridad son reales y no menos dolorosas que cualquier otro dolor de la vida son fundamentales.
No le digas a un joven en proceso de ruptura "eres joven". Eso no le ayuda y sólo demuestra que no aceptas su dolor porque lo pasas por la tamiz de una experiencia de la que ellos carecen, y que tienen que vivir.
Proporcionarles herramientas para no caer en errores como vigilar o espiar a su ex, sentirse culpable, aislarse del mundo o pensar que volverá, es fundamental en estos momentos.
Reconstruir a un chico joven herido duele. Verle salir de la consulta para comerse el mundo a bocados es una experiencia maravillosa.
RUPTURA DE PAREJA: CÓMO SE TRABAJA EN TERAPIA
La separación de una pareja supone una situación de crisis y tensión que se extiende a toda la familia.
Por una parte hay que tomar decisiones importantes e igualmente hay que redefinir el proyecto vital, por los cambios a nivel personal, familiar y social que se van a producir y que en muchas ocasiones general síntomas de estrés y malestar emocional, requiriendo apoyo psicológico para su superación.
Las principales reacciones que se dan en un proceso de separación son:
· Depresión: perder a una persona con la que se ha compartido una relación íntima produce síntomas de tristeza, soledad, aislamiento, pérdida de actividades gratificantes, sentimientos de culpa, desesperanza, desilusión respecto al futuro y un incremento de situaciones estresantes a las que hay que enfrentarse.
· Ansiedad: La sensación de pérdida de control de la situación, los pensamientos intrusivos, el desconcierto sobre el futuro, son motivos de ansiedad
· Trastorno de Estrés Postraumático: se produce especialmente cuando ha habido situaciones de violencia de género
· Baja autoestima
· Inadaptación: La persona puede aislarse, sentir una desgana generalizada que le impida la participación en actividades agradables y comunitarias, con lo que pierde su apoyo social. Se alteran las relaciones familiares y sociales, pudiendo agravarse con problemas económicos.
DESARROLLO DE UN PLAN DE TRATAMIENTO
ENFRENTARSE A LOS 50 EN SOLEDAD
Empiezo aclarando que no es que vaya a hablar de quedarse sin pareja explícitamente en la década de los cincuenta, vale por igual para otras edades, pero he cogido ésta porque supone el mayor volumen de pacientes que acuden a consulta por un problema de soledad.
Hablamos de hombres y mujeres que han tenido pareja y han roto. Consideran que ya son demasiado mayores para rehacer su vida (premisa falsa) en primer lugar porque piensan que rehacer su vida sería tener otra pareja, en segundo lugar porque el sentimiento de “ser ya demasiado mayor” se encuentra igual en jóvenes de 20 años, el estado de ánimo, ver el lado negativo de la situación nos hace pensar que nunca, nunca (pero que nunca, eh?) vamos a encontrar OTRA pareja y que jamás seremos felices.
En personas más jóvenes este pensamiento irracional les dura normalmente una semana de pijama, manta y ojos como bolas de billar de llorar con las canciones más patéticas que encuentran en su playlist. Al poco tiempo se sacuden el polvo del camino y vuelven a salir, hacer planes y normalizar su vida (excepto que el tema se complique con obsesiones por la pareja, idas y venidas y situaciones que pueden enquistar la situación).
En hombres y mujeres de 50 años la situación es diferente, lloran menos y se desesperan más. Se bloquean. Las mujeres consideran que ya no hay oportunidades de volver a ser feliz, y los hombres se lanzan al thinder como posesos (las mujeres en muchos casos, también: siempre están las amigas bien intencionadas pero con menos capacidad de análisis que un puercoespín).
El problema es que la ruptura de una pareja a esta edad, cuando no se espera y la vida ya está construida y se piensa en recoger los frutos, es que no nos paramos mucho a pensar. las parejas no se rompen así, como a quien se le cae un cubierto. Las parejas se rompen porque hay un desgaste previo y dos personas que han pensado que metiendo la cabeza bajo tierra, las cosas se arreglarían, total, toda la vida juntos…. pero muchas veces uno de ellos no se quiere resignar y rompe la relación.
Normalmente a las personas que vienen tras una de estas rupturas, y que están obsesionadas por querer recuperar la relación, les hago reflexionar sobre cómo era realmente su relación. Vaya sorpresas te llevas entonces: él o ella hacía tiempo que pasaban de todo, que todo eran disputas, que no tenían relaciones, que no tenían cosas en común más que la rutina. Y entonces viene la pregunta que les deja a cuadros: ¿tú estás enamorado/a de la persona de ahora o de la que conociste, la de los primeros años?. No falla, normalmente se dan cuenta que ya no están enamorados, pero lo más increíble es que lo descubren en la reflexión, vamos, que venían pensando que perdían al amor de su vida.
Y en este momento empieza el trabajo: VAMOS A REHACER TU VIDA. ¿Y qué es rehacer una vida?, ¿encontrar nueva pareja? PUES NO, DEFINITIVAMENTE NO. Rehacer la vida es encontrarse a uno mismo, interrogarse sobre cosas como: y yo, a los veinte años, ¿qué ilusiones y proyectos tenía? de repente nos damos cuenta de los viajes que no hemos hecho, de aquellas ganas de aprender piano, o inglés, o hacer algo de deporte, o aprender cocina japonesa o tener un grupo de amigas o amigos con los que compartir momentos de risa, sin presión, sin buscar nada más que pasar un buen rato.
Y la soledad cuando te encuentras contigo mismo, ya no es soledad, es paz.
Empleas el tiempo como tu quieres, haces lo que te apetece y sabes que existen un montón de cosas por vivir, pero para ello hay que arriesgarse, si te compras la toquilla de lana y la mecedora, estás perdido/a. Hay que arriesgarse. Nadie te va a juzgar por empezar a hacer cosas “a tu edad” porque resulta que cada día rompen parejas y mueren parejas, y siempre hay personas que sienten lo mismo que puedes sentir tu: soledad y sensación de haber perdido algún tren.
Reflexiona por un segundo sobre una imagen muy característica: personas mucho mayores que tú, las personas de 70, 80, etc. años que viajan con el Imserso. Se lo pasan como auténticos enanos! Esto mismo ocurre con personas que se quedan viudas, como su objetivo no es encontrar otra pareja, se reponen antes, buscan actividades, socializan, hacen yoga o se van de senderismo o a conocer su ciudad o al teatro…. no tienen esa presión por conocer a alguien.
En ese punto te tienes que situar: has terminado una relación y te reconoces que realmente no eras feliz (si alguien te deja es porque ya no te quiere, y si no te quiere, difícilmente te hará feliz. Tienes que encontrarte a ti misma/o, perder los miedos, vencer las inseguridades, cambiar la forma de pensar hacia una actitud más positiva, y pensar que la felicidad se construye, no aparece.
Y ojalá en tu camino aparezca nuevamente una persona que te colme, y que ya, con lo aprendido en el camino, sepas decir sí o decir no, pero porque sea lo que quieres, no lo que necesites. Ojalá que aprendas que a veces “no hay mal que por bien no venga” y que sepas que el amor más importante de tu vida eres tú.
Empieza hoy mismo a construir tu felicidad, ya tengas 20, 30, 40, 50, 60, 70…. (bueno los de 70 suelen pasárselo pipa, no sé yo bien que tiene esa edad).
Feliz día para todos vosotros.
NO TE CREAS TODO LO QUE TE DICEN
Una crisis de pareja suele desembocar en una crisis personal donde nos cuestionamos nuestros propios actos, conductas y emociones desde un filtro de culpa y sentimientos negativos hacia nosotros mismos.
La propia crisis supone que tu pareja te está cuestionando y existe un mecanismo completamente normal que se despliega en estos momentos: LA JUSTIFICACIÓN.
En ocasiones nuestra pareja se aleja y nos damos cuenta, intentamos hablar, razonar, buscar soluciones y normalmente cuando le planteamos el hecho de habernos dado cuenta de que algo va mal en la relación, la otra persona reaccionará atacando: es más sencillo culpar a la otra persona, hacerse la víctima de la situación que reconocer que existe un enfriamiento, del que lógicamente es consciente. Esto supone una sensación de inseguridad en la persona: no dispone de datos para saber QUÉ es lo que va mal, solo sabe que va mal, y si le reprochan determinadas actitudes, probablemente crea que son ciertas, o al menos, le entrará una duda razonable.
Cuando esta situación no se produce en una crisis, sino en una situación de ruptura (pongamos una infidelidad), la persona que se ha alejado no reconocerá normalmente la situación, tenderá a culpabilizar a la otra parte, esgrimiendo razones como que es una persona distante, que no le hace caso, que ya no es su prioridad la pareja, que se ha descuidado, que le hace sentir solo (me refiero a persona, no a que sea hombre o mujer).
El momento de crisis o ruptura inesperada supone un tsunami emocional, nos hace perder pie, nos sentimos desorientados y cualquier cosa que nos digan nos la podemos creer mucho más facilmente.
Con un poco de suerte, si la ruptura se produce, y pasado un tiempo prudencial, la persona última en enterarse de que aquello iba mal, podrá reflexionar sobre lo que ocurrió y hacer un balance sobre lo ocurrido. Tal vez la acusación de "tú cada vez eras más pasivo" obedece a un proceso en el que la persona aceptó un periodo previo en el que su pareja (supuesta víctima), estaba malhumorada, cansada y más pendiente del móvil que de mantener una conversación. Tal vez la acusación de "apenas teníamos relaciones sexuales" se debiera a esa alarma interna que nos dice que algo va mal en la relación porque las cosas no son como antes, porque la relación sexual está más carente de caricias y se restringe a un acto puramente fisiológico que nos deja vacíos....
En otras ocasiones la ruptura no deja claros los motivos y la persona sufre tremendamente al no saber las causas reales, y se cree lo que le dijeron cuando perdía pie, produciendo una bajada de autoestima y una más que predecible inseguridad en las relaciones futuras.
No te creas todo lo que te dicen, especialmente en momentos de crisis o de ruptura. Los motivos que te dan pueden no ser totalmente ciertos, pero cuando alguien carece de motivos, se los puede inventar.
Cuidado con los "busqué lo que no me dabas". Si no se lo dabas es porque igual no se lo merecía.
Cuidado con "la relación se enfrió". Si confiabas en esa persona, tal vez notabas ese enfriamiento, y sí, eres responsable de no haberlo hablado en su momento, o tal vez lo intentaste hablar y te dijeron que eran imaginaciones tuyas. Tal vez sólo asististe con preocupación a un enfriamiento que iba helando tu propia sangre, pero con el que no pudiste luchar.
Cuidado con "todo era más importante que yo", especialmente si la otra persona dejó de cuidar la relación o no te ayudaba a sacar adelante el hogar, dejando que te consumieras remando en soledad para sacar adelante a tu familia.
Cuidado con el "siempre estabas de malhumor". Igual era cierto. Muchas veces nos amargamos y estamos enfadados con el mundo, y, curiosamente, es más probable que ocurra cuando nuestra vida no nos satisface, cuando nuestra propia pareja, esa que ahora se hace la víctima, fue más una piedra en el camino que un compañero de viaje.
Revisa los motivos, analiza lo que ocurrió, pero hazlo desde tu propia perspectiva, intentando mantener la objetividad. Tú sabes lo que pasó, no te creas que pasó lo que la otra persona te cuenta, especialmente si esa persona no se portó bien contigo. Si no fue noble en la relación, menos lo iba a ser en la ruptura.
El tiempo y un repaso objetivo te ayudarán a recuperar la confianza en ti. Jamás le concedas demasiado crédito a lo que te dice alguien cuando se intenta justificar. Recuerda que entre los humanos funciona mucho el "NO HAY MEJOR DEFENSA QUE UN BUEN ATAQUE"
LA MEMORIA SELECTIVA EN EL FIN DE UNA RELACIÓN
Cuando una pareja rompe lo usual es que sea uno de los dos el que se arme de valor para dar el paso.
Las rupturas son difíciles, las rupturas en las relaciones verdaderas, claro, porque si desde el principio no existe un compromiso o un plan de futuro, romper una relación es como cambiar de vaqueros.
Pero aquí tratamos el problema de parejas consolidadas, las que tienen una proyección de futuro y empezaron con la ilusión de compartir sus vidas. Pero la realidad a veces es amarga, las situaciones complejas, y ante todo, no podemos planificar el futuro porque es incierto: demasiados factores entran en juego y nos hacen ir sorteando el día a día requiriendo ajustar nuestros planes, nuestras expectativas, nuestra forma de actuar.
En las parejas que las cosas se tuercen, que motivos hay a cientos, desde los mas simples: se acaba la atracción, el camino de ambos es divergente, las discusiones son demasiado amargas, a situaciones complejas como infidelidades o faltas de respeto que hacen imposible la convivencia.
Sea cual sea la causa, la ruptura es un fracaso de un proyecto, en el que une pone el punto y final y otro se siente “el abandonado”. Esta exposición, que es la común en las rupturas es simplista y ayuda a dar una respuesta a una situación: el culpable y el inocente.
Nadie es totalmente culpable, nadie es totalmente inocente, incluso cuando se produce una infidelidad, hurgando un poco nos encontramos parejas en las que una de las dos personas se ha sentido relegada a un segundo plano respeto a las tareas cotidianas, que ha reclamado más atención, recuperar la magia, la comunicación y no ha recibido respuesta. En este caso, cubrir las necesidades afectivas han tenido un motivo (la deslealtad no es la forma, aunque exista una explicación para ello).
En cualquier caso, normalmente a consulta acude “el dejado”, “el humillado”, el que no sabe el por qué real de la ruptura (normalmente nunca lo sabrá, la gente suele dar respuestas de compromiso porque ya no luchan por la relación y no quieren arreglar las cosas).
La persona que se siente abandonada sufre, añora a la persona que fue su pareja y…. normalmente pierde un poco el sentido de la realidad, cosa normal, es dolor es insoportable y en estos casos el componente obsesivo lo convierte en patológico.
Ahora bien, a la persona a “la que han dejado” se serena y puede hablar del pasado, el discurso inicial de incomprensión y de deseo de regresar con su pareja, empieza a verse empañado por episodios en los que la convivencia no era tan idílica, la persona no era tan perfecta, vamos que en muchos casos la relación era una castaña, pero como somos cobardes, preferimos una mala relación de pareja a la soledad, y hacemos de la necesidad virtud, y “nos creemos” esa historia que ya no funciona.
En terapia intentamos que la persona sea más objetiva respecto a la biografía de su relación, a sus verdaderos sentimientos antes de la ruptura, a cómo se sentía, como vivía aquella vida, e incluso en como era su pareja en los últimos tiempos. Es un proceso que “descoloca” un poco, porque la persona empieza en un modo piloto automático de ver solo lo bueno que ha perdido y es incapaz de ver la realidad.
Cuando conseguimos superar ese momento, que recupere su identidad, que comprenda que su felicidad es importante y no se basa en el pasado, sino en el presente que está construyendo y en el futuro, empieza a ver las lagunas y las imperfecciones de lo vivido. A veces se da cuenta que seguía dentro de una relación por inercia pero los sentimientos iniciales, esos que está reviviendo ahora, los únicos que parece recordar, hace tiempo que desaparecieron.
El choque con la realidad es un proceso fascinante, porque la persona, sorprendida, es capaz de analizar el pasado de forma objetiva, y sus sentimientos se recolocan, y empieza a luchar por recuperar su autoestima, por ser feliz comprendiendo que la verdadera felicidad no es que alguien nos quiera (que está muy bien), sino sentirse en paz con nosotros mismos, sintiendo que no hay gran diferencia entre lo que deseamos ser y hacer y lo que tenemos. En ese punto, una pareja tiene que ser alguien que nos aporte, que nos sume, que nos realce, que ponga la guinda al pastel de nuestra vida.
El dato más positiva es que la totalidad de las personas que han pasado por terapia (por lo menos en esta consulta), han experimentado una mejoría en menos de un mes de tratamiento, al segundo mes de tratamiento (como anécdota, habían cambiado la foto de perfil por otra en la que mostraba una actitud optimista y relajada). A los tres meses, no volverían con su pareja ni les tocarían con un palo, no por rencor, simplemente por ser pasado y no presente ni futuro.
Si estás en el momento de manta, pañuelos, música romántica y visitas constantes a sus redes sociales, pensando que la vida ha terminado, date una oportunidad. Busca ayuda, abre los ojos y empieza a caminar por la vida eligiendo el cómo, con quien y sabiendo abandonar algo cuando ya no es una fuente de gratificación.
El dolor no es eterno, no lo hagas eterno.
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LA PÉRDIDA COMO ENFERMEDAD OBSESIVA
La obsesión ante la pérdida de una relación es una experiencia devastadora para el ser humano.
Es un estado de incapacidad de ser racional en lo que se piensa, se siente y lo que se ha vivido, que la persona, a pesar de comprender lo ilógico de sus sentimientos, no puede dejar de vivir pensando en la persona, anhelándola, buscando formas de solución y en muchos casos dedicando muchísimo tiempo a "perseguirla" y "espiarla".
Las personas relatan la focalizan absoluta de toda su vida y pensamientos en esa persona. Son capaces de recordar las situaciones que les han llevado a la situación de ruptura, si ha habido infidelidades están dispuestos a olvidarlas (algo que lo piensan pero que en realidad, si recuperaran a la persona, sería el principal punto de inicio del nuevo proceso de ruptura).
Normalmente estas personas se encuentran aisladas de su entorno, que comienzan siendo comprensivos con su situación y acaban por exponerle la cruda realidad de lo enfermizo de la situación.
Cuando una pérdida sentimental se convierte en obsesión tiene que ser objeto de ayuda psicológica intensa, y en los momentos iniciales muy complicada por las propias barreras que pone la persona que se resiste a pensar en iniciar una vida en la que la persona perdida sea el núcleo de sus sentimientos y acciones.
El tratamiento pasa lógicamente por una búsqueda de actividades que puedan desconectar a la persona de ese pensamiento obsesivo, al principio no lo consiguen, y se requerirá paciencia y constancia para que vayan viendo como "poco a poco" ese cien por cien de tiempo dedicado a pensar, vigilar y hablar sobre la persona perdida se va reduciendo.
Las amistades tienen un papel fundamental de apoyo para la persona, y deben evitar, activamente, hablar sobre este problema: la escucha empática, tan sanadora en los momentos iniciales, se puede volver una forma de retroalimentación para la persona respecto a sus pensamientos obsesivos.
Actividad, ocio alternativo, deporte si es posible y una terapia psicológica que ayude a la persona a que comprenda la realidad de la situación de pérdida son las formas adecuadas de tratamiento del problema. Entendiendo siempre que el psicólogo no va a convencer en absoluto a la persona de lo inadecuado de sus pensamientos o de las pocas posibilidades que tiene de recuperar una relación cuando está definitivamente acabada. La tarea del psicólogo en estos casos es la reestructuración cognitiva del propio paciente que es quien debe ir modificando sus pensamientos, buscando vías alternativas y siendo él mismo capaz de comprender que la obsesión por una persona deseada cuando es inaccesible, sólo produce sufrimiento, hace que no seamos conscientes de la realidad que nos llevó a esta situación, idealizando los buenos momentos y olvidando el dolor anterior y siendo incapaces de comprender que somos nosotros mismos los que trazamos nuestro futuro, los que tenemos la capacidad de superar las situaciones dolorosas (recordando lo bueno y lo malo) y haciendo un pronóstico real de "a qué nos llevaría esa situación si volviéramos a recuperar lo perdido".
Difícil, muy difícil, es una situación tremendamente dolorosa para el paciente. Pero como parte positiva, la superación de la obsesión genera un sentimiento de fuerza interior en el individuo, un incremento de la autoestima y una nueva ilusión por vivir que de poder experimentarla, sólo por unos segundos al inicio del proceso, les "daría alas" en su proceso de curación.
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"QUEDAMOS COMO AMIGOS": ERROR
Romper una relación es una situación difícil para cualquier persona. Decir adiós definitivamente a alguien a quiien has querido remueve la parte de recuerdos y sentimientos bonitos que pugnan por ganar la batalla a la razón que impone que la relación ya no compensa, que es momento de continuar el camino
En muchas parejas el proceso de ruptura supone un tremendo desgaste: intentan una y otra vez recomponer la situación, que cada vez se va deteriorando más. Cuando ya no queda salida, es el momento de la separación definitiva, pero un adiós para siempre es un poco “la muerte de algo”, y para eso es muy complicado estar preparados.
La ruptura no queda exenta de una esperanza de cambio, de retorno a la situación de inicio, sin darnos cuenta que aquella persona que pensamos que amamos, ya no es la misma que nos enamoramos. Nos aferramos a los “buenos momentos” ignorando la situación actual.
Normalmente el doloroso proceso de “devolverse los regalos” (algo que es completamente absurdo, ni que fuéramos a reutilizarlos con la siguiente pareja: un regalo es un regalo), sigue la célebre frase “podemos seguir siendo amigos”
Pensemos:
PODERMOS SEGUIR SIENDO AMIGOS
Pero, ¿qué es un amigo?: un amigo es una persona a la que llamamos para contarle nuestras preocupaciones, para hacerle partícipe de alegrías, para charlar de temas intrascendentes, para contarle si alguien nos pone ojitos o se lo ponemos nosotros. El amigo reconforta, apoya, aconseja de una forma desinteresada: nuestra felicidad es una fuente de satisfacción.
Ahora volvemos al ex o a la ex. El supuesto amigo/a Nos va a quedar una conversación muy bonita si le llamamos para decirle que estamos ilusionadísimos/as cnociendo a alguien Pongo la mano en el fuego que se va a alegrar un montón de corazón (voy saliendo para la unidad de quemados).
El ser humano no tiene esa capacidad de regeneración de sentimientos. Una cosa es que ya no queramos a esa persona como pareja y otra bien distinta que le sepamos feliz con otra persona y nos alegremos. Nos alegramos, pero nos fastidia más, nos produce celos nos crea inseguridad.
Toda pareja que rompe piensa que el otro o la otra se han puesto guapísimos. Qué casualidad.
Dos personas que han compartido colchón no pueden ser amigos, porque es muy aburrido esquivar temas personales por no dañar y centrarse en banalidades. Si tiene que llegar esa amistad será más adelante, cuando ambos hallan conseguido recuperar la felicidad, haber creado un nuevo proyecto de vida y puedan recordar aquella relación con cariño, con ternura. A veces pasa y entonces sí, existe la amistad, pero es importante saber que ni es lo normal en una ruptura ni suele suceder.
Cuando la pareja rompe la medicina es la distancia, si sigues mirando hacia atrás es complicado caminar hacia el futuro.
Ahórrate el intento. Es una muy mala idea, y lo más probable es que esa buena intención os acabe convirtiendo en enemigos.
El corazón necesita un tiempo para recuperarse de una cirugía cardíaca tan invasiva como una ruptura:: tómate tu tiempo de recuperación, pasa página.
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RUPTURA DE PAREJA: EL ALMA DEVASTADA
Una ruptura de pareja, aunque sea la mejor opción que pueda tener una persona para llegar a ser feliz, supone pasar un período de intenso dolor y desesperanza respecto al futuro.
Dentro de una pareja, la persona encuentra un refuerzo positivo en algunos aspectos fundamentales para el ser humano: sentirse acompañado (no estar solo en la vida), no percatarse de su propia soledad o aislamiento en caso de haber dejado de lado su vida anterior (ocio, amigos), sentir que camina junto a alguien.
La ruptura, aún siendo deseada o necesaria, produce un sentimiento de caos emocional en la persona: se encuentra perdida y experimenta dificultades para reorganizar su mundo personal (emocional y social).
El miedo atenaza, la desesperación por no saber cómo salir de esa situación y entonces aparece la idealización de la pareja perdida, omitiendo todos aquellos aspectos negativos y dolorosos de la relación: se empieza a pensar que tal vez se esté mejor acompañado que en soledad, y no se contempla la posibilidad de mejoría a largo plazo (ese corto plazo que nos lleva a todos por tan malos caminos).
El inicio de terapia con estas personas es difícil, tanto porque no son capaces de analizar el pasado con objetividad, como los pensamientos catastrofistas respecto al futuro. El "yo puedo" no suele ser parte de su vocabulario, y eso les dificulta, les lastra en su proceso de recuperación.
Utilicemos un símil (siempre vienen bien en terapia):
Imaginemos que teníamos un pequeño jardín: había flores y muchas hierbas malas. Era un jardín que no podíamos disfrutar porque las ortigas lastimaban nuestras piernas. A veces veíamos flores bonitas, pero en la mayoría de las ocasiones era un jardín al que no podíamos acceder.
Nadie quiere un jardín así. Tal vez sea necesario coger nuestra pequeña parcela y sanearla: es la ruptura.
Tras esa ruptura nos encontraremos con una parcela de tierra, en la que todavía hay alguna mala hierba (nuestros pensamientos torturadores, el anhelo de una relación, la desesperanza respecto al futuro). Ya no hay ortigas, sólo malas hierbas, que tendremos que arrancar pacientemente hasta dejar la tierra sana.
Aún no es hermoso, no nos gusta nuestro jardín vacío de todo.
Empecemos la terapia entonces.
Sembremos.
Cuando se siembran semillas, el trabajo es arduo y no hay una recompensa inmediata. Trabajamos duramente sin recibir ningún fruto, ninguna flor, sólo la expectativa, la ilusión de que" algo hermoso brote. Este es el núcleo de nuestra terapia: sembrar, trabajar de cara al futuro. Elegir y diseñar nuestro jardín, soñar con cómo será, sin saber exactamente cuándo lo veremos florecer.
Y poco a poco, ese jardín personal irá llenándose de todo aquello que hemos plantado. Pueden morir algunas plantas, puede que algún árbol no de buenos frutos, pero puede que algunas de las flores nos sorprendan con su belleza.
Sera nuestro jardiín, probablemente no perfecto, pero si nuestro, agradable de ver y de disfrutar. Un jardín que no daña, que no hiere, y del que podemos sentirnos orgullosos hasta del último de sus frutos.
Trabaja a largo plazo, siembra, sueña, aguanta el tirón de los malos momentos y no te quedes en el pasado o en el presente doloroso.
Si te hicieron daño, recuerda a Scarlatta O'Hara, y en tu campo sin fruto, levanta un puñado de tierra hacia el cielo y grita: "A Dios pongo por testigo que luchare para labrar mi propia felicidad"
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RUPTURA DE PAREJA: LA COBARDÍA HISTÉRICA
Cuando una persona decide zanjar una relación, no nos engañemos, no es fruto de un impulso o de un capricho (habría que diferenciar de los dañinos “calentones” con amenaza incluida, que no son sanos ni responsables).
Una persona toma la decisión de abandonar la relación tras muchos intentos de cambiar las cosas, de hacer ver a la otra persona que no es feliz, que las cosas no marchan bien, que se está produciendo una distancia.
Sin embargo hay quien no toma en cuenta estas advertencias, son como los futbolistas, que tras veinticinco advertencias les pitan la roja y todavía se muestran incrédulos.
Las personas que no toman en cuenta los avisos de que las cosas van mal ni hacen nada por mejorarlas, simplemente no están considerando la posibilidad de que la ruptura se produzca: ellos/ellas han conseguido establecer en la relación una zona de confort a medida de sus necesidades, y tampoco están dispuestas a los esfuerzos, se sienten tan cómodos que piensan que nadie rompería una situación así.
A veces ni se plantean si el amor perdura, si la relación es gratificante, si era esto lo que desearon: la rutina les resulta segura y se autoconvencen de que ésta es la vida que siempre quisieron tener. Pero la relación es de dos, y si la balanza se desequilibra, se produce el temido momento del “te dejo”.
Aquellas personas que han hecho caso omiso a que algo no iba bien, han adoptado la técnica de la avestruz que esconde la cabeza: no han querido darse cuenta, no han querido escuchar y no han querido solucionar los problemas, y ahora viene el momento delicado: el llanto y el crujir de dientes.
El miembro de la pareja que ha decidido acabar con todo lleva un proceso de desgaste en el que a pesar de sus intentos de que las cosas funcionen ha sentido impotencia, frustración y en muchos casos rencor. No es que quieran el mal de la otra persona: simplemente necesitan con desesperación aire fresco, sentirse escuchados, comprendidos, apoyados, algo que no han tenido y que se ha ido haciendo tan patente como para que su decisión normalmente sea firme, a pesar de las promesas de cambio de la otra persona.
Cuando se plantean las situaciones así (que es un tipo de ruptura distinta a las discusiones diarias, infidelidades o problemas derivados de adicciones, etc), las rupturas por distanciamiento y desgaste, pueden llevar a situaciones en las que la persona abandonada actúa con muy poca madurez.
Suele adoptar la posición de víctima, rogar a su pareja, intentar de repente hacer todo aquello que se le demandaba durante años, pero ya no hay solución.
En estos casos suelen caer en situaciones de depresión y de ansiedad: tienen miedo al futuro, a la vida en solitario, a “quedarse solos” (qué egoísta es este sentimiento). Es difícil que puedan hacer una labor de introspección que les lleve a comprender que el “fuera de servicio” llega por muchas cosas en las que su responsabiidad es un factor importante, pero es absolutamente necesario que recapaciten, seguir hacia adelante como víctimas inocentes les hará caer en los mismos errores y en las mismas tragedias.
El “no voy a poder”, “no soy capaz de afrontar esta situación”, “qué va a ser de mi a partir de ahora”, son quejas habituales. Enseñarle a la persona a darse autoinstrucciones positivas, a buscar solución a los problemas prácticos que se le plantean es necesario para que poco a poco pueda ir recuperando la autoestima.
También es habitual que busquen el consuelo en sus allegados, algo que en principio es muy positivo, pero esa forma de ser, un tango egoísta hace que en realidad sólo quieran ser escuchados, no aconsejados, y ser escuchados como un taladro, sin reparar en que entre la escucha y la comprensión de un amigo o familiar y convertirte en el/la enfermera de la persona abandonada va un mundo, puede llegar a producir rechazo en los allegados que se sienten saturados.
El “no puedo” es un claro “ni lo voy a intentar”, y la persona lo primero que tiene que tener en cuenta es que no está ante una situación hipotética, está ante una realidad en la que no cabe el “me enfado y no respiro”. Hay que tomar decisiones, aprender a salir lloradito/a de casa, analizar los problemas con los que nos encontramos, hacer cambios en la forma de vida, pedir ayuda si es necesaria para ir dando forma a una nueva trayectoria personal que nos haga crecer como personas, como seres humanos capaces de vencer las adversidades y superar el dolor.
El histerismo en estas situaciones agrava el problema. Cuando una persona entra en pánico y lo ve todo como insuperable, cada vez se encuentra más desesperada y ansiosa, es incapaz de tomar decisiones, duda de todo, pensar en mover un dedo ya le supone una hazaña épica. Necesita recuperar la calma, y entender que, efectivamente está pasando por una situación muy desgraciada, pero mantener la calma, pensar en soluciones poco a poco, aceptar el mal momento con la confianza en un futuro mejor, le hará más llevadero el momento.
Especialmente importante es este tipo de rupturas cuando hay hijos. Involucrarles, hacerles ver nuestro malestar, nuestro miedo, llorar por las esquinas, puede tener consecuencias desastrosas: los chicos pueden sentir miedo del futuro al darse cuenta que uno de sus progenitores “no pilota” en absoluto, pueden perder el respeto o sentir desprecio hacia la actitud que toman. Es lógico que sepan que el núcleo familiar está pasando por una situación dolorosa, que a ellos mismos les atañe, pero añadirles dolor por la impotencia de ver el sufrimiento extremo de uno de sus progenitores no hace bien a nadie.
Si alguien cercano a ti sufre una desgracia, le animas, le intentas insuflar fuerzas, le haces sentir capaz de superar la situación. Eso mismo tienes que hacer contigo: darte autoinstrucciones positivas, planificar formas de pasar el trago (que no es eterno) de la mejor manera posible. No caer en catastrofismos sobre una vida solitaria (siempre me acuerdo de la pobre señora que los cangrejos le comían las ropas en el Muelle de San Blas).
Es normal el dolor, es normal la decepción, y el miedo, pero el miedo no puede paralizarte: analiza, pide ayuda, haz un plan para resurgir, céntrate en los pequeños avances, date pequeños caprichos, SIÉNTETE ORGULLOSO/A DE TI.
La histeria nubla la razón, impide pensar, conduce al pánico, pero recuerda: estamos hablando de algo que ya está pasando, no es momento de perder el norte, es momento de centrarse, sufrir, tirar y esperar a un futuro que va a ser tuyo y va a ser bueno.
PENSAMIENTOS OBSESIVOS CON LA EX-PAREJA: NORMAL Y EVITABLE
Cuando una relación termina se empieza un comienzo de duelo y reconstrucción personal duro y desesperante.
Hay parejas que ya no funcionaban desde hacía tiempo, pero siguen manteniéndose unidas por la comodidad o el miedo a la soledad, sin ser conscientes que ningún miedo ni dolor es superior al goteo constante de sufrimiento por el que están pasando.
Hasta la peor de las parejas tiene aspectos positivos: tener a alguien cuando llegas a casa, que te calienten los pies en las noches frías, sentir la presencia de alguien, el “ruido” dentro del hogar, compartir gastos, poder ir a sitios que la persona ni se plantea ir sola (como al cine), y una larga lista de “pros” dentro de la relación. El “contra” muchas veces es más fácil de resumir en: sentir la soledad en compañía, algo que si nos valoramos un poco no deberíamos consentirnos.
Cuando una persona pierde una relación puede sentir incredulidad (a pesar de que las cosas no se producen de golpe, llevan un proceso con muchas pistas que no queremos ver), y luego aparecen pensamientos obsesivos respecto a la ex-pareja. Se intenta buscar un por qué, qué es lo que falló, se fantasea con la posibilidad de un retorno, se recuerdan los buenos momentos y las cualidades de la otra persona, y especialmente se piensa que jamás se volverá a ser feliz, que jamás encontrará a alguien como la pareja perdida.
La base psicológica de estos pensamiento se encuentra en el refuerzo positivo que nos proporcionaba la pareja (incluso la peor de ellas). El sentimiento de seguridad, tener a alguien que nos da los buenos días, hablar al llegar del trabajo, los fines de semana de ocio… recordamos lo bueno, lo que nos gratificaba y focalizamos nuestra atención en estos aspectos, llegando a sobrevalorarlos.
En esta situación, que supone una idealización completamente subjetiva, la persona debe tener muy claro aquellos aspectos de la relación que le hacían infeliz. Probablemente las discusiones, las faltas de respeto, el distanciamiento se estén pasando por alto, no percibiendo que la pareja, a pesar de esa gratificación, causaba un sufrimiento que ahora pasamos por alto: nos centramos y ensalzamos lo bueno.
Ahora bien, cuando a una de estas personas que está pasando por esta situación tan delicada, se le pregunta si “echa de menos la situación o la persona”, se quedan en principio muy sorprendidos, y cuando lo analizan y piensan sobre ello la respuesta que dan, suele ser “la situación”. Es en ese punto en el que tenemos que trabajar.
No se trata en absoluto de enseñar al paciente a “odiar” a su pareja, de fomentar el resentimiento, simplemente tienen que recordar el pasado con lo bueno, pero también con lo malo, incluso reconociendo su parte de responsabilidad en la ruptura (aprendizaje fundamental en futuras relaciones).
Cuando la persona consigue encuadrar su relación pasada en lo que fue, cuando se siente capaz de reconocer que aquello no funcionaba, tal vez esté preparado para dejar marchar su pasado, y sea el momento de centrarse en si mismo, en su recuperación.
Olvidar el pasado no es que no haya existido, es recordar las anécdotas, los buenos momentos como parte de nuestra vida, con una cierta ternura, como cuando piensas en tu hijo adolescente y larguirucho y recuerdas aquel momento en que te echaba sus bracitos regordetes pidiendo un beso, y no por ello ansiamos que se mengüe y vuelva a ser un bebe.
La tarea de perdón y reconciliación con uno mismo en ocasiones necesita la ayuda terapéutica para dejar en primer lugar que la persona pueda expresar sus emociones, descargarlas, y luego ayudarles a través de tareas programadas a ir venciendo la obsesión dirigiéndoles hacia el pensamiento racional. Mención especial cabe en el tratamiento de estas personas, el fortalecimiento de la autoestima y la programación de actividades de ocio en las que encuentre una gratificación interna.
Desgraciadamente las relaciones, en las que nos adentramos con tanta ilusion, no siempre salen bien, y cuando así sucede, es mejor dejar partir a la persona y seguir el camino en solitario, nunca se sabe por cuánto tiempo, por lo que habrá que prepararse para una nueva forma de vida, en la que el pasado no limite nuestro presente.
Se deja de querer…
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.
Se deja de querer…
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer…
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer…
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.
Se deja de querer…
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer…
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer…
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos… que se marcó en la piel.
Se deja de querer…
y no se sabe por qué se deja de querer.
José Ángel Buesa