¿Qué puede hacer que una persona decida dar el paso de acudir a un psicólogo?

No nos hagamos ilusiones, la persona no decide ir al psicólogo "porque se encuentra un poco mal", al psicólogo se va cuando ya no se ve salida ni esperanza, cuando la persona no soporta el sufrimiento psicológico y el día a día es una carga insoportable.

Esto para el terapeuta es un arma de doble filo: trabajar con personas que han dejado que su problema se enquiste o se ramifique en otros problemas, supone un trabajo que se extiende en superficie y profundidad, pero a la vez la persona necesita respuestas y soluciones urgentes, se vuelve menos razonable ante la necesidad de trabajar sus problemas, el dolor lucha contra la paciencia; la desesperación juega en contra de la planificación del cambio.

Los terapeutas lo comprendemos, y sabemos que tenemos que trabajar con soluciones a corto plazo y promover el cambio a largo plazo.